¿Empleados o patrones?

-Amado Avendaño Villafuerte-




La democracia, dicen las enciclopedias virtuales, “Es en sentido estricto un sistema político que permite el funcionamiento del Estado, en el cual las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta que le confieren legitimidad al representante”.



Esto significa, muy a diferencia de lo que creamos, que la democracia no termina cuando nuestra boleta electoral doblada en cuatro cae en la urna que le corresponde, sino todo lo contrario, ahí es donde empieza nuestra responsabilidad ciudadana.



Estamos acostumbrados, los que nos animamos a votar cada vez que hay elecciones, a extenderle un cheque en blanco a cualquier candidato y desentendernos de las raterías y barbaridades que hacen nuestros gobernantes, los que nosotros pusimos ahí, o los que nosotros permitimos que llegaran.



El Artículo 39 de la Constitución dice: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”.



Para que nos quede claro de una vez: los gobernantes no son nuestros patrones, sino son nuestros empleados, no tienen que darnos órdenes sino obedecernos y entregarnos cuentas claras, para eso les pagamos. ¿A qué empleado nuestro le permitiríamos hacer lo que le venga en gana y no entregarnos cuentas de nuestro dinero y nuestro patrimonio?



¿En qué tipo de patrones nos hemos convertido? ¿Qué tipo de empleados vamos a contratar este 7 de octubre? ¿Los que nos van a seguir saqueando el patrimonio? ¿Los que van a terminar su administración cínicamente millonarios con dinero nuestro? ¿O aquellos a los que vamos a poder pedirles cuentas de lo que hacen cotidianamente?



Por eso, en el legítimo ejercicio de mi responsabilidad ciudadana, es que cada vez que me prestan un espacio como este (el cual siempre agradezco) exijo de la autoridad, critico y trato de contribuir para que el gobierno al cual mantengo con mis impuestos, cumpla con la responsabilidad que se le encomendó y no ande despilfarrando los recursos de manera irresponsable o enriqueciéndose con ellos.



Para alabar y aplaudir ciegamente al “señor gobernador”, al “señor presidente” o al “señor legislador”, aceitados por el cochupo, están sus lacayos, quienes en su inconciencia e irresponsabilidad no se dan cuenta del daño que le hacen al gobierno y al estado.



Por eso es importante que cada uno de nosotros seamos responsables de vigilar a nuestros gobernantes y de exigirles como a cualquier empleado transparencia y rendición de cuentas, de cada acción, de cada centavo. Esa es nuestra obligación como ciudadanos.



Muchos de nuestros gobiernos son como una empresa en quiebra de la que sus malos administradores se siguen enriqueciendo y nosotros seguimos alimentando.



Somos nosotros los que hemos permitido que toda esta clase de delincuentes, asesinos, defraudadores, represores, malos administradores, etc., hayan llegado a gobernarnos o pretendan hacerlo. Porque hemos dejado de ir a votar en contra de ellos y con eso, les hemos dejado nuestras arcas abiertas y nos han despojado de lo que nos corresponde.



Sólo hay una persona que puede revertir esta situación, que de verdad está harta de toda esta porquería de compadrazgos y amiguismos, que ama a su pueblo legítimamente, que es capaz de lograr que haya un cambio de raíz, para que las cosas sean tal y como todos lo queremos. Esa persona, es usted, que decidirá ir o no a las urnas este 7 de octubre, que votará o no por los mismos saqueadores de siempre para que de una vez por todas se les ponga un alto. Si usted utiliza su voto, aunque sea para anularlo, nadie más podrá usar esa boleta en su beneficio.



La decisión está en manos de los ciudadanos, no en las de los políticos.



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