Chiapas, endeudamiento en la encrucijada
Publicado en la revista Economía Informa
de la Facultad de Economía de la UNAM,
Núm. 376, Correspondiente al Bimestre: Sep-Oct, 2012
Jorge López Arévalo y
Baltazar Mayo Mendoza
1.
Deuda
y descentralización
La
teoría tradicional del federalismo fiscal (Oates 1972, Musgrave 1961, Tiebout
1956) considera que descentralizar
las funciones de provisión de bienes y servicios públicos, a igualdad de
costes, será más eficiente que mediante formas centralizadas, porque así los
gobiernos locales identificarán fácilmente necesidades y gustos de los agentes
y actuarán en función de estas preferencias para lograr eficiencia en el
suministro.
Además, con la descentralización
surgen competencias
e innovaciones entre los gobiernos locales para
inducir a mejoras en las
políticas públicas y
promover la participación directa de los ciudadanos en la toma de decisiones, la
cual incentiva a los gobernantes al ejercicio del poder transparente y la
rendición de cuentas (accountability).
Para
hacer frente a sus funciones de provisión los gobiernos subnacionales (estados)
se valen de ingresos que tributan en el ámbito local y del endeudamiento como
instrumento para complementar
sus ingresos.
La
realidad es que con mayor frecuencia muchos gobiernos locales presentan
desajustes en sus presupuestos públicos como consecuencia de una baja capacidad
fiscal o el limitado acceso a sistemas tributarios de base amplia
(desequilibrio vertical) y las diferencias en desarrollo económico por razones
históricas y geográficas (desequilibrio horizontal).
En
un sistema federal el gobierno central, para solucionar los desequilibros
vertical y horizontal, generalmente descentraliza impuestos, incorpora otros, recurre
a acuerdos de coparticipación (tax-sharing)[1] y diseña un sistema de transferencias federales
hacia los gobiernos locales con el objetivo de aminorar las capacidades
fiscales y las diferencias en el desarrollo económico.
Tradicionalmente
las transferencias son enviadas de formas no condicionada y condicionada. La
primera son recursos entregados con total discrecionalidad respecto a su
ejercicio, de forma que ayudan a relajar la restricción presupuestaria local, en
tanto que los segundos son etiquetados para fines concretos, en particular
obras de infraestructura y desarrollo social.
Con
estos sistemas de corrección vertical y horizontal los gobiernos locales deben
hacer frente a tres objetivos: suficiencia, autonomía e igualdad. 1º. Debe
haber suficientes ingresos del gobierno local para garantizar la provisión de
bienes y servicios públicos encomendados; 2º. Los ingresos corrientes han de
permitir a los gobiernos locales ejercer su autonomía política para
responsabilizarse con
sus ciudadanos de sus decisiones; 3º. Las diferencias de rentas y la capacidad
fiscal no serán un factor discriminante en cuanto a niveles de servicios que
reciban los ciudadanos (Castells 1999).
Estos
objetivos se pierden conforme los presupuestos locales dependen en mayor
proporción de las transferencias del gobierno central. Oates (1999) ha descrito
ampliamente este fenómeno, considerando que la alta dependencia debilita los
incentivos a la responsabilidad fiscal y que las decisiones fiscales son producto
de negociaciones políticas entre ambos niveles de régimen.
Para
el caso latinoamericano Peterson (1997) ha encontrado una presencia acentuada
de tal fenómeno, en el cual una vez delimitadas las responsabilidades de los
dos niveles de gobierno, y cuando se ha garantizado el ingreso por transferencias,
los gobiernos locales hacen uso pobre de su autoridad fiscal, aplicando tasas
impositivas bajas, y en algunos casos comprometiendo las transferencias como
garantías de endeudamiento. Los gobiernos subnacionales “prefieren las
transferencias libres que asumir el coste político de incrementar sus ingresos
propios” (Peterson 1997; 10).
El uso pobre de la autoridad fiscal y la alta dependencia
de las transferencias hacen al presupuesto público local muy frágil y demasiado
dependiente de las oscilaciones de la economía del país, considerando que las
del gobierno central provienen de lo que se recauda de tributos de base amplia,
como los impuestos al Valor Agregado (IVA) y Sobre la Renta (ISR). Así, si la
economía está en una fase recesiva, es probable que los recursos al respecto
caigan, y sucede lo contrario cuando se encuentra en una etapa expansiva.
Dada la vulnerabilidad del presupuesto local, muchas
veces los gobiernos hacen uso del endeudamiento como camino fácil para
fortalecer los ingresos, y más cuando no se tiene mecanismos de control en la contratación
de pasivos, lo cual provoca graves desajustes en el presupuesto público local.
Este fenómeno comúnmente suele ocasionar problemas
de “restricción presupuestaria blanda” cuando un
gobierno no hace frente a sus obligaciones de gasto con sus ingresos, sino que
se endeuda, porque tiene la expectativa de que el gobierno central entrará al
rescate con recursos adicionales para hacer frente a sus obligaciones
contraídas. Este tema ha sido muy estudiado porque de ello emana parte de la
estabilidad macroeconómica de un país.
Al
comportamiento de abusar en la utilización de la deuda se le puede atacar con
la implementación desde el gobierno central de controles para garantizar la
disciplina presupuestaria por medio del establecimiento de los límites de
endeudamiento, que condiciona y promueve el uso más racional de este
instrumento de financiación.
Si
no se cuenta con los controles institucionales para el endeudamiento, los
gobiernos en el poder también pueden hacer uso de este mecanismo de
financiación para fines electorales que hacen acrecentar más la deuda. Por
ejemplo, si el actual gobierno cree que para las próximas elecciones la probabilidad
de triunfo es muy baja, contrae pasivos para heredarle a su sucesor y que éste
tenga poco margen de maniobra al realizar sus planes de campaña.
La inexistencia de controles institucionales para el
endeudamiento es muy frecuente en países en desarrollo, particularmente en los
gobiernos subnacionales de México, y eso se ha reflejado en Chiapas, el cual
durante los cinco años y medio recientes vio multiplicar su deuda 13 veces, sin
que ello se haya traducido en mejoras en los indicadores de crecimiento y desarrollo.
El
chiapaneco puede ser un caso
de estudio de la deuda subnacional porque es paradójico
que dados los niveles elevados de transferencias (condicionadas y no) recibidos
de la federación aún utilice el instrumento de la deuda como mecanismo de
financiación.
2. Deuda de
los estados de México: contexto general
En
2011 el saldo de débito de los estados fluctuó en los 390 mil 777 millones de
pesos, lo cual significó un incremento en términos reales de 17.8% respecto al
cierre de 2010. Esta cifra es baja si la comparamos con el Producto Interno
Bruto Estatal (PIBE), que para 2011 fue del 2.9%, y se incrementa en cuanto a
la principal fuente de ingresos de los estados, las participaciones, 79.6, considerando
que a estas transferencias se les puede emplear junto con los ingresos propios
como garantía de endeudamiento. Así, el ratio participaciones/deuda indica la
posible solvencia de las autoridades locales para hacer frente a sus
compromisos en la materia.
En
2011 los estados con una mayor relación participaciones/deuda fueron Coahuila
(304.6%), Quintana Roo (204.2), Nuevo León (165.9), Chihuahua (118.4) y Nayarit
(111.8), y el resto se mantuvo por debajo de 100. La deuda de Chiapas se
encuentra en 72.5% debido a que es uno de los que más subsidios federales
recibe[2].
Gráfica 1
En
general casi todos los estados del país, si tuvieran que pagar hoy sus
compromisos de deuda, no contarían con los ingresos suficientes para saldarlos
y, en el peor de los casos, tendrían que hacer ajustes muy drásticos, como la
reducción del gasto público, para equilibrar los presupuestos locales.
Por
el otro lado, los estados cuyos niveles de endeudamiento durante el periodo
2006-2011 aumentaron significativamente, evaluados por la tasa de crecimiento
media anual, fueron Campeche (de 0 a 1,010.9 millones de pesos, que sería al
infinito en porcentaje), Coahuila (144.2%), Zacatecas (76.6), Chiapas (74.4),
Tamaulipas (70.5), Nayarit (58.8) y Quintana Roo (47.3). En contraste, el estado que vio reducir sus
pasivos fue Tlaxcala, (-) 21.7%.
Destaca
la existencia de niveles de endeudamiento muy heterogéneos en el país, aunque
existe una norma constitucional que intenta regular estas acciones, el artículo
117 fracción VIII de la Constitución[3],
el cual establece que la deuda de los gobiernos estatales y municipales
únicamente será contratada para fines de inversión productiva, pero cada Estado
puede normar internamente la regulación del nivel de endeudamiento.
Acerca
de la autorización y la fijación de los límites de endeudamiento, las
legislaturas locales son las encargadas de decretar en esta materia, pero también
existe gran heterogeneidad. Un reporte publicado por la Auditoría Superior de
la Federación (2011) ha encontrado que de los 31 estados únicamente 17 han dispuesto
establecer trabas al financiamiento público.
Cuadro 1
Aun
con la existencia de estas limitaciones internas de endeudamiento, la
efectividad es nula, a decir del reporte de la ASF, la cual encontró “que las
entidades con límites en su financiamiento crecieron a un ritmo prácticamente
del doble en relación a las entidades sin disposiciones para limitar estas
operaciones.” (ASF, 2011: 32).
En
la siguiente tabla se muestra la evolución de la deuda contraída de los estados
con límites de endeudamiento respecto a los que no la tienen.
Cuadro 2
Fuente: Elaboración basada en datos de
SHCP.
El
primer grupo (con límites) durante el periodo 2000-2011 tuvo una tasa de crecimiento
promedio anual de 9.2%, 1.1 puntos por encima del nacional, en tanto que para los
estados sin límites regulatorios fue de 7.1.
La
opacidad en la rendición de cuentas, del destino de la contratación de los
pasivos, imposibilita saber el fin que se ha dado a los recursos adicionales mediante
esta operación, si bien se ha mostrado que a la par de un mayor endeudamiento
la cuantía en gastos en inversión ha mantenido una dinámica muy pobre respecto
al gasto corriente y los subsidios (México Evalúa, 2011).
FINANZAS PÚBLICAS
La
situación de Chiapas al respecto, como en todos los estados, a excepción de
algunos del norte y el DF, presenta bajos niveles de recaudación local.
Cuadro 3
En
el caso chiapaneco, en promedio, los ingresos propios apenas han representado
el 5%, en tanto que acerca de las transferencias del gobierno central sólo los
ramos 28 y 33 conjuntamente significan el 92.7%, con 33.3 para las
participaciones y 59.4 en las aportaciones.
Si
observamos el comportamiento de las transferencias en un periodo largo de
tiempo, lo recibido por Chiapas siempre ha sido superior a la media nacional;
particularmente se observa incrementos sustanciales durante el conflicto social
(1994-1995) para el caso del ramo 28 y posteriormente el 33 (1996-1999), cuando
el gobierno central focalizó su mayor atención al rezago social estatal. Sin
duda, el levantamiento zapatista fue el detonador de mayor gasto público para
el estado.
Gráfica 2
Gráfica
3
Deuda del estado y
combate a la pobreza
Chiapas
pertenece al grupo de los 17 estados que cuentan con una legislación local para
controlar los niveles de endeudamiento. El reporte más reciente de la ASF
confirma que el techo de deuda no debe superar el 25% de la sumatoria de las
participaciones federales y los ingresos propios. La Gráfica 4 muestra que
antes de 2006 el monto chiapaneco al respecto se mantenía debajo del límite;
después de ese año se ubicó muy por encima de lo establecido. Es decir, el
gobierno estatal y el Congreso local se han saltado la norma del techo de
endeudamiento.
Gráfica 4
En
2007 se rompió esta barrera del límite legal de endeudamiento y la
administración local presentó un crecimiento de 581% de tal nivel, 5 mil 124
millones de pesos en sólo un año, al pasar de 882 millones de pesos en 2006 a 6
mil 005 millones.
Respecto
a la composición de la deuda de Chiapas por tipo de deudor, en 2006 el Gobierno
del Estado tenía las finanzas públicas en cero débito; la que había era de los
gobiernos (408.9 millones de pesos) y organismos municipales (315.9 millones de
pesos), que conjuntamente sumaban 724.8 millones de pesos constantes de 2003.
Cuarenta
y cinco municipios tenían deuda, sobresaliendo Tuxtla Gutiérrez, la capital,
que concentraba el 28.2% de la municipal, que ya representaba el 50% del total
de los pasivos contraídos por los ayuntamientos durante ese periodo.
En
2006 Tuxtla Gutiérrez era gobernada por Juan Sabines Guerrero, actual mandatario
de Chiapas, quien heredó este monto de pasivos a la administración municipal entrante. La deuda de los organismos estatales estaba
concentrada en el Sistema Municipal de Agua Potable y Alcantarillado (SMAPA-Tuxtla
Gutiérrez), por un crédito que adquirió de Banobras, S. N. C., en diciembre de
2005 (Deuda Pública, 2011).
Por
tal razón se deduce que el grueso de la deuda indirecta del estado de Chiapas
en 2006 fue heredada por Juan Sabines en su calidad de presidente municipal de
Tuxtla Gutiérrez durante el periodo 2004-2006.
Cuadro 4
Deuda de Chiapas por tipo
de deudor 2006-2011 en millones de pesos de 2003
|
|||||
Ente deudor
|
2006
|
2011
|
TCMA
2006-2011
|
||
Tuxtla Gutiérrez
|
204.5
|
272.7
|
5.9
|
||
Tapachula
|
49.3
|
101.0
|
15.4
|
||
San Cristóbal de Las Casas
|
5.9
|
61.2
|
59.5
|
||
Chilón
|
16.4
|
23.1
|
7.0
|
||
Otros municipios
|
132.7
|
449.5
|
27.6
|
||
Total municipal (I)
|
408.9
|
907.5
|
17.3
|
||
Gobierno del Estado (II)
|
0.0
|
8110.5
|
¥
|
||
Organismos estatales (III)
|
0.0
|
0.0
|
0.0
|
||
Organismos municipales (IV)
|
315.9
|
171.8
|
-11.5
|
||
Total (I+II+III+IV)
|
724.8
|
9189.9
|
66.2
|
Fuente: Elaboración basada en datos del SIMBAD y la
SHCP, deflactados con el índice de precios implícitos del PIB, base 2003.
El
argumento de Juan Sabines Gutiérrez es: el estado se endeuda porque ha recibido
menos recursos públicos que el gobierno anterior (Pablo Salazar Mendiguchía) y
está pagando a los pobres una deuda histórica al otorgarles servicios
“pantalla”, justificando que haya pasado de una de cero pesos a una de 8110.5
millones constantes de 2003 en sólo cinco años (2006-2011), mientras la total
creció en términos reales en 66.2% anual, una de las tasas más altas del país
en ese periodo[4].
En
términos generales, algunos indicadores permiten ver la eficiencia o
ineficiencia del gasto público en Chiapas y sus resultados en materia de
combate a la pobreza y crecimiento económico.
Cuadro 5
Participaciones,
transferencias, deuda, PIB y pobreza de la economía chiapaneca (2006-2010)
2006
|
2007
|
2008
|
2009
|
2010
|
TCMA (%)
2006-2010
|
|
Ramo 28*
|
10,636.3
|
10,233.0
|
12,398.0
|
11,892.7
|
11,793.9
|
2.6
|
Ramo 33*
|
18,417.8
|
19,287.8
|
21,798.1
|
22,577.3
|
22,227.8
|
4.8
|
Deuda*
|
725.0
|
4675.3
|
51,74.9
|
6,488.9
|
5,556.7
|
66.4
|
PIB*
|
149,902.2
|
147,058.4
|
153,051.5
|
148,188.9
|
158,233.9
|
1.4
|
Población***
|
4’424,997
|
4’515,103
|
4’607,044
|
4’700,857
|
4’796,580
|
2.04
|
PIB por habitante**
|
33,876
|
32,570
|
33,221
|
31,524
|
32,989
|
-0.7
|
Deuda/habitante**
|
163.8
|
1,035.5
|
1,123.3
|
1,380.4
|
1,158.5
|
63.1
|
Pobreza****
|
3’348,012
|
3´450,625
|
3´556,383
|
3’665,383
|
3’777,723
|
3.1
|
Pobreza extrema****
|
1’982,002
|
1’947,113
|
1’912,838
|
1’879,166
|
1’846,087
|
-1.8
|
IDH
|
0.7336
|
0.7336
|
0.7383
|
0.739
|
0.7469
|
0.5
|
Nota:
*Millones de pesos de 2003, **Pesos de 2003, ***Población estimada a partir de los
XII y XIII censos de Población y Vivienda y ****Personas estimadas a partir de
Coneval.
Fuente: Elaboración basada en datos de SHCP, INEGI,
XII y XIII censos generales de Población y Vivienda, Coneval y PNUD.
Se
puede apreciar que los resultados de las transferencias de los ramos 33 y 28 y
el endeudamiento público no han sido positivos en Chiapas durante el periodo de
2006 a 2010, porque la pobreza ha crecido en 429,711 chiapanecos en esos cuatro
años, aun cuando la extrema ha disminuido en 135,915, por lo cual se puede
suponer se ha reclasificado de pobres extremos a pobres, por el aumento tan
significativo de los primeros.
La
disminución ligera de la pobreza extrema en Chiapas durante tal lapso quizá se deba
a varios factores, entre ellos programas federales focalizados, como
Oportunidades (Vivir Mejor, Alimentación, Salud y 70 y más), Procampo, Program,
Pronabes; estatales: Amanecer, Proyecto Motor; transferencias privadas: remesas
nacionales o internacionales; o mejoras en los ingresos (salarios, por venta de
productos, actividades ilegales, etcétera). Sin embargo, el Gobierno del Estado
desarrolló una campaña mediática diciendo que la pobreza en Chiapas era cosa
del pasado, que no era destino para el estado, pero las cifras duras se
estrellan contra las expresiones demagógicas de su gobernante.
En
suma, de todos los indicadores del Cuadro 5 lo que más aumenta en Chiapas en
ese periodo son las deudas total (66.4%) y por habitante (63.1), así como los ramos
33 (4.8) y 28 (2.6), y en mucho menor medida el PIB (1.4), pero desciende el
PIB per cápita (-0.7), mientras en personas son la pobreza (3.1%), la población
(2.0), y el IDH apenas crece en (0.5)[5],
disminuyendo la pobreza extrema (-1.8).
No
obstante se diga que el gobierno de Sabines tiene un enfoque de desarrollo
humano y que ha incorporado los ODM en la Constitución, respecto a 2010,
desafortunadamente, de cada 10 chiapanecos sólo dos no son pobres y cuatro son
pobres extremos (Coneval). Es como si viviéramos en la África Subsahariana,
combinada con la Sudáfrica del apartheid,
pues si se analiza por etnia los que están peor son los de mayoría india y eso se
significa apartheid no de jure pero sí de facto. De los 100 municipios que viven en extrema pobreza en México
23 son chiapanecos con mayoría de población india. Lo mismo acontece con el
Índice de Desarrollo Humano, pues, de acuerdo con el PNUD (2012), se clasifica
a Chiapas en el último lugar.
Históricamente
se ha visto que la cuestión de la pobreza y su erradicación está lejos de
apelar a soluciones simples o recetas milagrosas. En Chiapas se ha desarrollado
una especie de lo que se ha llamado mercado de trabajo burocrático-tribal, que
tiene por objeto no obtener eficiencia, sino que distribuirse la renta que se
transfiere vía recurso público federal y endeudamiento. Por eso se puede
considerar que la burocracia deviene en parasitaria y antiproductiva (Salama,
1999), dando lugar a una cultura rentista en la entidad y contribuyendo así a
ser un factor de atraso económico y político.
Reflexiones finales
Los
sistemas de transferencias condicionadas y no condicionadas o los de corrección
horizontal y vertical no han tenido impacto en el endeudamiento de los estados,
tampoco siquiera las limitaciones establecidas en el artículo 117
constitucional, ni la normatividad acerca del límite del endeudamiento, pues aquellos
limitados son los endeudados por encima de los que no tienen.
Ante el despilfarro de recursos que la mayoría de los
estados comete, éstos deberían tener topes a su deuda, pues no sólo comprometen
a las nuevas administraciones, sino reducen la atención a la población, porque
colocan como colaterales tanto las participaciones federales como los ingresos
propios, lo cual limita significativamente la capacidad de gasto para atender
las demandas locales. Además, comprometen los activos del estado. En un
contexto de contracción económica que ya se ve venir, menores serán los
ingresos propios, por lo que tendrán menor capacidad de pago de la deuda y, al
crecer menos la economía, mayor será la demanda de la población en relación con
servicios públicos, y menor la capacidad del gobierno local para atenderlas,
arriesgando la seguridad social y nacional, y también habrá menor capacidad del
gobierno federal para entrar al rescate de los gobiernos locales.
En
síntesis, los resultados de Chiapas analizados respecto a la administración de
Juan Sabines Guerrero son negativos: 1) los ritmos de crecimiento del PIB
estatal son muy débiles y en el caso del PIB por habitante decrecientes; 2) la
evolución de la distribución del ingreso no mostró mejoría no obstante que el
estado fue destinatario de un mayor gasto público mediante aportaciones y
participaciones federales, así como de programas especiales, al altísimo
endeudamiento público y en el ámbito privado de las remesas nacionales e
internacionales, y ni así se logró mejorar la distribución del ingreso ni
abandonar el último lugar en el IDH del país (PNUD 2012) y el primero en pobreza
(Coneval).
Acerca
del grado de autonomía económica del estado en función de sus finanzas, no hubo
avances porque sigue dependiendo de las transferencias públicas del gobierno
federal y privadas (remesas), sus ingresos propios son mínimos y no generan
condiciones para pagos futuros de la deuda, por no contar con la
infraestructura rentable que establece el artículo 117 de la Constitución,
siempre y cuando obtenga la autorización del Congreso local (cómplice en este
caso o muy incompetente) sino que el dinero se ha despilfarrado en gasto
corriente. Es decir, no se invierte en obras de infraestructura física e
inteligente ni se combate a la pobreza con eficacia, como se anuncia
oficialmente. Chiapas no tiene condiciones para pagar la deuda, pues para
poseerlas debería crecer y generar riqueza y no lo está haciendo. No tiene
condiciones para pagar porque sus ingresos propios son irrisorios y depende del
presupuesto del gobierno federal.
Si
el estado de Chiapas se hubiera endeudado pero mostrara crecimiento económico,
disminución de la pobreza y la desigualdad, mejor IDH, sería una deuda bien
invertida y no tendría caso escribir un artículo con críticas al endeudamiento
de la entidad, pero no ha sido así, ni se le ha empleado para mejorar las
condiciones de infraestructura física e inteligente, más bien se le ha
despilfarrado.
Al
igual que Jano, las finanzas tienen dos caras: un rostro virtuoso que facilita
la acumulación y un rostro parasitario que se alimenta de ella. Ambas caras
coexisten, predominando una sobre la otra, y viceversa (Salama, 2008). En
Chiapas, por lo visto, la cara parasitaria de Jano ha predominado sobre la
virtuosa.
Recapitulando,
Chiapas, más allá de los discursos triunfantes de sus gobernantes, se hunde en
la pobreza endémica. No es una flor al viento, como dijera el poeta Enoch
Cancino Casahonda, ni en el cosmos, sino el colmo, una herida abierta.
BIBLIOGRAFÍA
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municipios, <http://www.shcp.gob.mx/Estados/Deuda_Publica_EFM/2012/Paginas/2doTrimestre.aspx> [Consultada
el 4 de septiembre de 2012]
CONEVAL. Medición de la pobreza, <http://www.coneval.gob.mx/cmsconeval/rw/pages/medicion/index.es.do>
[Consultada el 6 de agosto de 2012]
Fitch
Ratings México. Finanzas Públicas.
Estados, <http://www.fitchmexico.com/Links/busquedas/default.aspx>
[Consultada el 27 de junio de 2012]
[2] Ésa es una de las
razones de por qué Fitch Ratings en su evaluación de la deuda chiapaneca del 2
de enero de 2012 le da la calificación de A-(mex), pero con perspectiva crediticia de
largo plazo negativa. Desde el 1 de junio de 2007 hasta el 12 de octubre de
2010 Chiapas había sido evaluada cinco veces y en todas había obtenido la
calificación de A(mex)
con perspectiva crediticia estable, hasta que en 2012 le rebajaron la
calificación. Ello tiene que ver con la metodología de la calificadora de
riesgo Fitch Ratings, que parte de considerar entidades públicas respaldadas por ingresos
fiscales.
<http://www.fitchmexico.com/sector/FinanzasPublicas/Edos/default.aspx> [Consultada el 10
de julio de 2012].
[3] “…los estados y
los municipios no podrán contraer
obligaciones o empréstitos si no
cuando se destinen a
inversiones publicas productivas,
inclusive los que contraigan organismos descentralizados y empresas públicas, conforme a las bases que
establezcan las legislaturas en una ley y por los conceptos y hasta por los
montos que las mismas fijen anualmente en los respectivos presupuestos. Los
ejecutivos informaran de su ejercicio al
rendir la cuenta publica..” (Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos,
2012)
[4] En 2012 la deuda de
Chiapas también creció. Para tener una idea, en los últimos meses de su
gobierno, el 22 de mayo de 2012 el Congreso aprobó un préstamo de 1,025.6
millones de pesos, el 15 de septiembre fue autorizado otro por 3.5 millones
para el proceso de entrega-recepción del Gobierno del Estado y el 2 de octubre
otro por 3,780 millones (P.O., 2012 y Mandujano, 2012).
[5] Para tener una idea,
si Chiapas creciera en su IDH a una tasa del 0.5%, como en el periodo
2006-2010, y el Distrito Federal al 0.3, lo que ascendió en ese periodo, se
requeriría 107 años para que el primero lo alcanzara.
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