Discurso de la Dip. Laura Itzel Castillo en el homenaje a Gilberto Gómez Maza
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas 8 de septiembre de 2010
Agradezco especialmente a mi amigo Jorge Moscoso, la invitación a participar en este sentido homenaje.
Señores y señoras, distinguidos miembros del presídium.
Gilberto Gómez Maza fue miembro de una generación cuya retribución consistía en grandes bocanadas de utopía. Este médico prestigiado, sobreviviente de la masacre estudiantil de 1968, nunca vivió de la política. Aunque muchos no lo crean, hubo una época en la que no se pensaba en salarios y cargos públicos, sino en servicio y lucha social. Había mística revolucionaria. En ese tiempo lo conocí. Me lo presentó el ingeniero Heberto Castillo.
Muchos de los de entonces, perdieron esa mística con el paso del tiempo, pero él no. Fue congruente hasta el final. El largo recorrido que inició en el PMT, luego en el PMS y posteriormente en el PRD, no lo hizo perder el rumbo, pese a las múltiples crisis y escisiones de la izquierda en ese lapso. Cuando renunció al partido del sol azteca, del cual fue fundador en Chiapas, lo hizo bajo la convicción de que el PRD había iniciado su debacle y no quería ser testigo de ello.
Desde diciembre de 2000, cuando el doctor abandonó su militancia partidista, más no su inscripción en la izquierda, fue capaz de vislumbrar que la organización que ayudó a construir, se había convertido en “un gran negocio de grupúsculos y mafias que ponían a la venta, al mejor postor, las candidaturas e incluso el propio partido”.
Su denuncia fue precedida de una serie de desencuentros a su paso por la dirigencia estatal perredista ,su cargo de diputado local y aún su campaña como candidato a gobernador. No está por demás recordar que, en aras de la unidad de las fuerzas progresistas, declinó a su candidatura en favor de Pablo Salazar Mendiguchía, cuya administración y la de su sucesor, Juan Sabines, han sido una decepción para la izquierda, pese a haber arribado al poder bajo esta inscripción.
Gilberto Gómez Maza no aceptó las migajas que pretendía entregar al PRD el gobernador Salazar y prefirió seguir en la oposición. No se trataba de chambas ni del poder por el poder, sino de una transformación real de la sociedad y de las formas de hacer política. Y ninguno de ellos se diferenció sustancialmente de sus antecesores priistas, sobre todo este último, que ha acuñado mil formas de conjugar la antigua y muy oficialista frase: “Gracias, Señor Presidente”.
En efecto, el gobernador Sabines ha sido el ganador absoluto, frente a sus pares panistas y priistas, de un añejo concurso que presuntamente había sido descontinuado al arribar el país a la alternancia en el poder: el concurso de la genuflexión frente a Los Pinos, sin importar que su ocupante temporal sea el señor Calderón. Para vergüenza de la izquierda.
Las malas experiencias de los dos más recientes gobiernos chiapanecos, hicieron reflexionar a Gilberto Gómez Maza, primero, sobre el perfil de las personas que se postula y, segundo, sobre la validez de las coaliciones entre izquierda y derecha. Puedo suponer, como muchos de los presentes aquí, lo que diría de la candidatura de un personaje como Ángel Heladio Aguirre Rivero a la gubernatura de Guerrero por parte del PRD, PT, Convergencia y quizá hasta en coalición con el PAN.
El 2 de marzo de este año, el doctor hizo pública una carta dirigida a Andrés Manuel López Obrador, para exponerle algunas inquietudes y felicitarlo por su decisión de rechazar las alianzas entre el PAN y la izquierda, pues la experiencia chiapaneca le dejó como conclusión lo siguiente: “los únicos beneficiados han sido los candidatos nombrados o electos que una vez, pasada la contienda olvidan el compromiso, si no escrito sí de mínima lealtad a los partidos que los apoyaron, y se declaran o actúan como individuos independientes que no dan cuentas a nadie y por supuesto no gobiernan con los principios de los institutos políticos que los apoyaron”.
Ese es el tema hoy: las coaliciones entre izquierda y derecha. Me parece que uno de los mejores homenajes que se le puede hacer a Gilberto Gómez Maza es debatir el presente y futuro de nuestras organizaciones y su papel en la transformación social del país.
Hagamos un breve recuento:
En los años ochenta del siglo pasado, hubo personalidades y organizaciones progresistas que pugnaron por acuerdos estratégicos y tácticos con todas las fuerzas democráticas del país, incluidos sectores nacionalistas al interior del PRI, al tiempo que se avanzaba en la unidad de las izquierdas. De no haberse dado este debate, habría sido imposible la primera gran ruptura del régimen en 1988, cuya derrota sólo pudo ser contenida unos años más, mediante el fraude electoral y la cooptación de opositores.
Todavía en los 90, y al arribo del nuevo milenio, hubo muchas voces que creían en las alianzas electorales no sólo entre las diversas corrientes de la izquierda y los sectores nacionalistas, sino también entre éstos y la derecha, representada invariablemente por el Partido Acción Nacional. Hubo, incluso, experiencias exitosas en las urnas, que después fracasaron en el ejercicio cotidiano del poder. La izquierda se desdibujó rápidamente, y la derecha se hizo cada vez más reaccionaria, represiva y corrupta. En Chiapas lo saben bien.
La eventual unión entre fuerzas democráticas de izquierda y de derecha, en la década de los ochenta, tenía por objeto enfrentar juntos al régimen de partido de Estado que prevalecía en el país. Sólo así, pensaban muchos opositores en esos tiempos, se podía derrotar a un sistema monolítico y autoritario. No hay que olvidar que el PRI se mantuvo en el poder más tiempo que el PCUS. Además, en aquella época, prevalecía el cinismo disfrazado de “fraude electoral patriótico”. Por otro lado, el PAN de entonces, a pesar de ser un partido conservador, estaba integrado en su mayoría por militantes con mística y con ética, no como ahora, que ha perdido por completo la honra y la vergüenza. Incluso, muchos de sus dirigentes en la actualidad tienen un perfil francamente delincuencial.
Hoy la unidad de los partidos de izquierda con el PAN, según sus promotores, tendría por objeto evitar el regreso del PRI a la Presidencia de la República. Olvidan, sin embargo, que Acción Nacional ya no es lo que fue. Vicente Fox dilapidó la legitimidad con la que llegó a Los Pinos, y rompió los acuerdos largamente construidos por todas las fuerzas políticas, que tuvieron sustento en sucesivas reformas para sacar al gobierno de las elecciones y ciudadanizar los órganos electorales. El guanajuatense de la lengua larga y las ideas cortas se convirtió en un vulgar traidor a la democracia. Impuso a su sucesor mediante la guerra sucia y el fraude electoral. El propio Felipe Calderón confesó haber llegado al poder “haiga sido como haiga sido”.
¿Cómo ir juntos, en la misma boleta electoral, la izquierda víctima de la guerra sucia y el fraude electoral de 2006, con la derecha victimaria? ¿Cómo avalar al régimen que declaró una guerra unilateral contra el narco, con fines propagandísticos, que en cuatro años ha producido más de 28 mil ejecuciones en México, cifra mayor a la registrada en Irak y Afganistán en todos los años de guerra civil de esos países, desde la intervención estadounidense?
¿Cuántos de los dirigentes y militantes de izquierda están de acuerdo en coaligarse con una derecha que ha criminalizado la protesta social, y que mantiene a más de mil presos políticos en sus cárceles? Que ha permitido el asesinato de 64 periodistas y la desaparición de 11 más. Que ha violado constante y flagrantemente los derechos humanos. Que ha puesto en práctica una política antilaboral, que incluye el despido de 44 mil electricistas. Que ha demostrado la falsedad de su campaña como presidente del empleo. Que ha subastado a precios ridículos, sobre todo en el extranjero, los bienes de la nación como el petróleo, la electricidad, los bancos, las líneas aéreas y las telecomunicaciones.
La lista es larga. Pero hoy, México vive una espiral de violencia sin fin, propiciada por el gobierno derechista. Este mismo gobierno ha incrementado aún más la brecha entre ricos y pobres. Somos el mayor país expulsor de mano de obra en el mundo, simplemente porque aquí no hay empleo. Muchos de esos 7.5 millones de jóvenes que no estudian ni trabajan, la llamada generación “nini”, día con día engrosan las filas de la delincuencia organizada ante la falta de oportunidades de estudio y laborales. Son una generación sin presente ni futuro.
No nos equivoquemos: el fin no justifica los medios. Unidad de la izquierda, sí, pero no con esta derecha que ha llevado al país a la guerra civil.
Señoras y señores:
Alejémonos de la tragedia y de la farsa. Retomemos el camino de las ideas y de la lucha social hasta lograr la transformación del país. Hay que refundar la república y construir nuevas reglas del juego que combatan la impunidad, la corrupción y que brinden nuevas oportunidades de desarrollo y justicia para todos.
Hoy, cuando la nación parece desmoronarse a pedazos, vale la pena voltear a ver la obra y trayectoria de militantes de izquierda como el doctor Gilberto Gómez Maza, pues su ejemplo nutre. Ya es tiempo de decir: ¡basta!
Basta de que la política sea el arte de manipular a los manipuladores. La política debe ser un ejercicio esencialmente ético, donde los principios no tienen por qué estar reñidos con los resultados.
Heberto Castillo decía una y otra vez: no importa de donde venimos, sino a hacia dónde vamos.
Y Valentín Campa insistía: si dudas, decide siempre por el camino de la izquierda.
Muchas gracias.
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