Chincultik

A un año de la tragedia, pobladores revelan el punto que generó todo

Toño Aguilar.

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Miguel Hidalgo, La Trinitaria.- “Nos vimos obligados a tomar las ruinas de Chincultik, porque otro grupo nos presionó y nos amenazó en tomar ellos mismos las ruinas si nosotros no lo hacíamos, por eso nos posesionamos de las ruinas, para salvar las tierras que pertenecieron a nuestros abuelos”, así es como revelan algunos pobladores el origen de la masacre que el tres de octubre del 2008 se saldo en seis muerto y decenas de heridos.

Fue así que sobre los primeros días del mes de septiembre del año pasado, cuando un grupo de campesinos de la colonia Antelá se apoderó de la caseta de cobro del Parque Nacional Lagunas de Montebello, comenzaron las amenazas hacía los pobladores de la colonia Hidalgo, según el argumento, “el gobierno no le daba el mantenimiento adecuado a las bellezas naturales de esa región”, ahora, ellos querían hacerse cargo de su mantenimiento.

A mediados del mes de septiembre de ese mismo año, vinieron los primeros diálogos, pero nada lograron acordar, la posición de los campesinos era que el gobierno federal les entregara el Parque Nacional para su cuidado, según porque habían muchas entradas y poco se destinaba para su mantenimiento.

Conforme avanzaban los diálogos sin acuerdos, el grupo inconforme presionaba a los pobladores de Hidalgo, para que ellos también se levantaran en protesta y así hacer la lucha más fuerte en contra del gobierno.

“La verdad nosotros decidimos posesionarnos de las ruinas, porque ahí tenemos tierras que pertenecieron a nuestros abuelos, que les heredaron también sus abuelos, esas tierras tienen una valor muy importante para nosotros, por eso nos vimos obligados a tomar las ruinas”, reveló un campesino que pidió el anonimato.

Ahora las autoridades no sostenían diálogos solo con el grupo de Los Lagos de Montebello, sino con los campesinos de Hidalgo apostados en la caseta de vigilancia de las ruinas de Chincultik.

Justo el dos de octubre del año pasado, un día antes de la masacre, se realizó el último diálogo, pero como en todos los anteriores, no se logró llegar a un acuerdo, más sin embargo, habían avances, aseguran los campesinos.

Sin embargo, el gobierno ya había dado la orden de desalojo, fue entonces que sobre las primeras horas del tres de octubre, decenas de policías Estatales y Federales, se reunieron en la ciudad de Comitán para planear las estrategias y así lograr el desalojo de los campesinos.

Aún así, fue hasta las diez horas de ese mismo días, cuando las primeras patrullas de Policías Federales pasaron frente a la colonia Hidalgo, luego vinieron más, era policías estatales; toso iban armados, dispuestos a cumplir la orden.

Como primer punto, llegaron hasta la caseta del Parque de Montebello; fue como una cubetada de agua fría para los campesinos ver a tanto policía, todo corrían hacía el bosque, gritos de mujeres, niños y adultos, los policías corrían también para la pesquisa.

Una voz de mando ordenó que las mujeres fueron liberadas, solo hombres y tenían que ser mayores de edad, más si embargo, los policías agarraron parejo, no les importó las edades.

Unos 30 minutos después, los policías habían peinado todas las áreas en donde se encontraban los campesinos, todo fueron subidos a una camionetita de redilas, en donde comúnmente transportan ganado.

Así, tras los barrotes de la redila de aquella camioneta roja, los campesino solo observaban los movimientos de los policías que aparentemente habían logrado su objetivo, tal y como lo planearon en el municipio de Comitán unas horas antes.

Las manos hacia arriba de los policías haciendo círculos, indicaban que era la hora de la partida.

Unos diez kilómetros atrás, en la colonia Hidalgo, los campesinos se habían enterado del desalojo, y decidieron armarse con piedras y palos, para evitar que se llevaran detenidos a los que se encontraban en la caseta de Chincultik.

“Lo que nos molesto, fue que los policías entraron con caballos hasta el centro de la colonia y espantaron a toda la gente, a los niños que todavía estaban en clases, por eso la gente se junto y detuvieron a un grupo de policías, los desarmaron y los llevaron a la casa ejidal”, dijo el campesino que forma parte del consejo de seguridad de la colonia.

Las corporaciones policíacas emprendieron la marcha hacía la colonia Hidalgo, pero desde la carretera, la misma que habían cruzado unos minutos antes frente a la colonia Hidalgo, fueron recibidos por los campesinos, con piedras y palos.

Aún así, los policías comenzaron nuevamente las pesquisas, pero esta vez, los campesinos eran subidos a las vehículos de la PEP, “como su fueran animales, los aventaban entres cuatro”.

“Desde ahí vino el abuso por parte de los policías, por eso la gente se defendió con lo que pudo, pero nos empezaron a lanzar gas y eso hizo que detuvieran a muchos compañeros”.

Los primeros diálogos vinieron después del medio día, ya cuando los campesinos exigían la liberación de Lusbi Morales Espinosa, hijo del comisariado ejidal, toda vez que aseguran que la entrada de los policías a la colonia, fue porque iban por él.

“Estamos seguros que alguien de la misma colonia, sirvió de guía para los policías, porque directo se fueron a la casa de Lusbi, y se lo llevaron”.

La gente enfurecida por la aprehensión de Lusbi, rociaron de gasolina a los policías estatales que permanecían retenidos en la casa ejidal y amenazaban con prenderles fuego sino liberaban al hijos del comisariado.

Así llegó un jefe policíaco de apellido Pola, él inicio con los primeros diálogos, pero nada logró, las agresiones por parte de los campesinos y la provocación de los policías, cada vez eran más repetidas.

Ahí comenzó la masacre, pese a que en una de las bocinas de perifonea de la colonia pedían que todos los que tuvieron pistolas, metralletas o escopetas, que se concentraran en el parque central, “porque los causantes de todo esto están ahí”.

Los disparos comenzaron a sonar, lejos de la multitud, pero se escuchaban, eran de grueso calibre; los campesinos aseguran que no utilizaron las armas que les decomisaron a los policías estatales, “nosotros nos defendimos con puros palos y piedras, con lo que hubiera”.

Los primeros heridos lograron salir de la colonia hacia las seis de la tarde, Protección Civil no pudo entrara, solo a la Cruz Roja le permitieron entrara por ellos, pero curiosamente, al hospital regional de Comitán, a unos 40 kilómetros de Hidalgo, solo llegaban policías en las ambulancias, mientras que los campesinos llegaban en camiones y camionetas particulares.

Hacia las 20:00 horas, se hablaba de un agente del ministerio público muerto, y es que en el momento en que comenzó todo, varios agentes del ministerio público fueron retenidos y amarrados por los campesinos, fueron golpeados brutalmente.

Antes de la media noche, las ambulancias y los vehículos particulares con heridos dejaron de llegar al hospital regional, ahí la cifra era de seis personas muertas, -todos campesinos-, y decenas de heridos.

Algunos campesinos que murieron fueron rematados en la carretera cuando trasladaban a sus heridos, las familias de los muertos suplicaban ayuda a todas las personas que pasaban por la carretera, exigían que los fotografiaran para tener evidencias.

Al días siguiente Hidalgo quedo convertido en la mirada de todo el país, las autoridades no explicaban lo sucedido, menos los campesinos; dolor, tristeza, agonía y llanto, se reflejaban desde la entrada de la colonia.

Patrullas destrozadas, veladores en las banquetas en donde quedaron las víctimas, llantos en los sepelios; nadie quería decir nada.

El gobierno del estado, se consterno por los hechos y de inmediato envió todo el apoyo necesario para las familias afectadas, apoyo que hasta el momento siguen recibiendo, “pero ni con todo el dinero del mundo, nos podrán quitar la pena”, así dijo doña Rebeca Hernández, una mujer que sufrió la muerte de su esposo.

A un año del desalojo fuera de control por parte de autoridades estatales, los más de siete mil habitantes de la colonia Miguel hidalgo, aseguran sentirse tranquilos, “igual que antes”.

Solo las calles principales han sido pavimentadas por el gobierno del estado luego de la masacre del año pasado; aseguran los pobladores que les prometieron muchos más, pero hasta el momento, solo el pavimento de dos calles, “fue el pago a la masacre”.

Aseguran que el Hidalgo, no existen grupos conflictivos, que formen parte de alguna organización social, “si hay grupos de diferentes partidos políticos, pero de organizaciones, no se permitió que nadie formara parte de las organizaciones”.

Todas las promesas aún no se han cumplido por parte del gobierno, así también el dolor y el recuerdo que cambio la historia de Hidalgo, no ha sido borrado.