El narco, la guerrilla y la violencia en México
ISAÍN MANDUJANO
PROCESO
TUXTLA GUTIÉRREZ, Chis.- En la clandestinidad del “silencio armado” la guerrilla mexicana podría estar aprendiendo de la guerra que libran en varios estados del país las bandas de narcotraficantes con el Ejército Mexicano y los cuerpos policiacos federales y estatales, dice el experto analista de los movimientos armados en América Latina, Jorge Lofredo.
Si bien, aclara, la guerrilla en México le apuesta más a la vía política que a la militar las acciones y reacciones del narco y el Estado mexicano podrían servir de referente a los “luchadores sociales” –como se asumen-, para fijar un nuevo planteamiento para hacer escuchar sus demandas hacia la sociedad que ellos aspiran.
El coordinador de Centro de Documentación de los Movimientos Armados en América Latina (CEDEMA), habla sobre la violencia que se vive en México, del narco, de la movilización y despliegue policiaco-militar, pero sobre todo de la guerrilla que hasta ahora se ha mantenido al margen de los incidentes.
“Nunca la guerrilla ha representado una amenaza seria para la seguridad interior y sí lo ha sido el narco. Hoy la amenaza la constituye el narco, no la guerrilla”, dice Lofredo.
Explica que en este escenario de violencia cruzada y operativos militares de gran despliegue, la guerrilla ha optado por continuar –como lo viene sosteniendo desde hace un par de años– en mantener su “silencio armado”.
“Este no significa la renuncia a la actividad militar -por cierto, limitada desde el 98 a la fecha- sino que se privilegia la actividad política y clandestina”, dice el argentino conocedor de la guerrilla latinoamericana.
Dice que se ha registrado algunas emisiones de comunicados, conferencias de prensa o alguna otra actividad subterránea pero nunca estas acciones van mucho más allá de su presencia virtual.
“Esta circunstancia, vale recordar, inició con el zapatismo como movimiento que ha llegado a utilizar la tecnología como medio de desarrollo político y social. En este aspecto, su “silencio” se destaca debido a que no agrega episodios ni cuotas de violencia mayores a las que ya ocurren, lo que le ofrece –al menos– un aspecto diferenciador de otros grupos armados”, dice Lofredo.
Indica que más que la guerrilla la principal preocupación para el Estado mexicano es el narco, pues la expansión de la actividad guerrillera no va más allá de sus alcances locales o regionales, en cambio, el narco ha desarrollado una expansión territorial demasiado importante y poderosa.
Hace una lectura política de los operativos y señala que eso significa precisamente para el Estado mexicano “recuperar territorio” y ese territorio está en manos del narco y no de la guerrilla.
“Aquí no se habla de “zonas liberadas” ni de “exclusión” -como se alcanza luego de la reversión de la asimetría de fuerzas- sino “áreas de influencia e interés”. La colombianización de la que hoy tanto se habla, no se condice con la realidad de aquel país con el de México, sino que este efecto puede referir exclusivamente al narco. Hoy la amenaza la constituye el narco, no la guerrilla”, dice Lofredo.
Dice que los guerrilleros reconocidos como tales que han sido condenados lo fueron a largas penas y mezclados en los penales con narcotraficantes y asesinos comunes: “El mensaje del Estado Mexicano es, pues, que no hay diferencia entre narco, delincuente y guerrillero.”.
Recuerda que en tiempos de Lucio Cabañas, pasaba lo mismo, para el gobierno mexicano el maestro rural y cabeza del Partido de los Pobres, era un “robavacas” o “gavillero”.
Señala que actualmente mientras la guerrilla no desestabilice, el Estado mexicano articulará políticas, que hoy están reservadas para implementar los operativos con la presencia de militares en las calles y poblados, lo que también es un mensaje muy fuerte para las comunidades en resistencia social desde hace muchos años.
Sobre una posible fusión clandestina o pactos del narco y la guerrilla en México como la que alguna vez se dio en Colombia, señala que el poderío del narco es tan fuerte que es imposible no suponer que algunos de los grupos armados hayan sido alcanzados por el narco.
Refiere que algunos grupos armados han acusado públicamente a otras otras organizaciones clandestinas de haberse ligado al narco, pero que es difícil saberlo a ciencia cierta y descontextualizarlo del proceso de acusaciones mutuas entre grupos, donde con esta denuncia se aspira a descalificar a otra organización aunque no esté comprobado.
“Pero lo que si se ve –advierte Lofredo-, es la manipulación que las bandas narco pueden hacer de una “sigla” que se presenta como guerrillera pero que en verdad es una estrategia de alguno de estos cárteles. Históricamente ha ocurrido, y la cuestión también ha sido conocida en otros lugares, cuando los Estados han recurrido a esta circunstancia para desprestigiar a los guerrilleros”.
Lofredo dice que la guerrilla en México es la misma fuerza que siempre ha sido, esta no ha variado, permanece en una circunstancia latente, sin vida aparente, que apela al factor sorpresa para aparecer y de inmediato volver al “silencio”.
“En esta ocasión no habría que esperar acciones armadas de la guerrilla y menos aún en aquellos estados donde se realizan operativos, como por ejemplo en Guerrero, cuna de los movimientos armados mexicanos”, dice Lofredo.
En su opinión en esta coyuntura la guerrilla mexicana no tiene mucho margen de acción pues sus incursiones armadas podrían ser equiparadas a las incursiones armadas del narco y se les traté de la misma forma.
“La guerrilla en México enfrenta otra batalla: la de la credibilidad –que el gobierno también está dando a partir de los operativos– y la de trascender como una fuerza diferenciada a la del mero asesinato, descuartizamiento, decapitación, etc. Esa crueldad con los cuerpos no refiere a una actitud política –que la guerrilla reivindica para sí- sino a una de tipo mafiosa. No hay un mensaje político tras las decapitaciones sino de miedo, terror y disputa de poder y territorio”, dice el argentino conocedor de la guerrilla mexicana.
En el escenario de la guerra entre el narco y el Estado mexicano, abunda que la guerrilla está obligada a diferenciarse de esta circunstancia: de ahí lo de “silencio armado”.
Ese es un silencio que no se niega a si misma su razón de ser –pues no hay que olvidar que son organizaciones “político-militares”– sino que produce una política diferente a la legal y, a la vez, de la actividad meramente criminal o delincuencial”, dice Lofredo.
Explica que el silencio hoy es un reaseguro de su existencia, de la diferenciación de sus políticas con el resto de los actores y como una imantación de confianza hacia la opinión pública tras tanto desprestigio que ha sufrido.
Sobre la embestida militar contra el narco en México dice que la guerrilla podría tener dos procesos de aprendizaje, uno de ellos desde las perspectiva política: “reafirmará sus puntos de vista, sobre todo los que refieren a la caracterización del Estado Mexicano, también del narco (como producto del neoliberalismo) y la lucha entre factores de poder que no dan alternativa al statu quo”.
Y que el otro proceso de aprendizaje es el militar, pues esta guerra le sirve” para medir la fuerza real del narco y la capacidad de respuesta del Ejército.
“Las decisiones políticas que el Estado y el narco toman a partir de este enfrentamiento también resultarán políticas a futuro y esas lecturas se están elaborando paulatinamente y están viendo la luz de a poco en distintos comunicados que las organizaciones están dando a conocer”, acota Lofredo.
Pero Lofredo dice que actualmente el debate que dan las guerrillas hoy es político y no militar y que un ejemplo de ello en la lectura de distintos comunicados de cualquier organización en el cual puede notarse que a sus integrantes, las comandancias los denominan “luchadores sociales” y no guerrilleros, como el caso de los dos desaparecidos en Oaxaca e integrantes del EPR y reconocidos por el grupo como tales.
“Esto no es extraño, dice, pues todas las guerrillas -y no únicamente las mexicanas- lo han hecho, ilustra el momento en que transitan.
Considera que existe un posicionamiento político previo muy fuerte en el sentido de que el guerrillero es, antes que nada, un luchador social.
“Lo que sucede es que la inversión de la fórmula no es cierta -no todo luchador social es guerrillero-. Pero la inversión directa de esta fórmula es la que producen las corporaciones de seguridad y algunos medios de información, que encuentra sus casos más recientes en la APPO y en Atenco. Hoy, la lucha guerrillera es particularmente social y política, no militar”, concluye.
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ISAÍN MANDUJANO
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TUXTLA GUTIÉRREZ, Chis.- En la clandestinidad del “silencio armado” la guerrilla mexicana podría estar aprendiendo de la guerra que libran en varios estados del país las bandas de narcotraficantes con el Ejército Mexicano y los cuerpos policiacos federales y estatales, dice el experto analista de los movimientos armados en América Latina, Jorge Lofredo.
Si bien, aclara, la guerrilla en México le apuesta más a la vía política que a la militar las acciones y reacciones del narco y el Estado mexicano podrían servir de referente a los “luchadores sociales” –como se asumen-, para fijar un nuevo planteamiento para hacer escuchar sus demandas hacia la sociedad que ellos aspiran.
El coordinador de Centro de Documentación de los Movimientos Armados en América Latina (CEDEMA), habla sobre la violencia que se vive en México, del narco, de la movilización y despliegue policiaco-militar, pero sobre todo de la guerrilla que hasta ahora se ha mantenido al margen de los incidentes.
“Nunca la guerrilla ha representado una amenaza seria para la seguridad interior y sí lo ha sido el narco. Hoy la amenaza la constituye el narco, no la guerrilla”, dice Lofredo.
Explica que en este escenario de violencia cruzada y operativos militares de gran despliegue, la guerrilla ha optado por continuar –como lo viene sosteniendo desde hace un par de años– en mantener su “silencio armado”.
“Este no significa la renuncia a la actividad militar -por cierto, limitada desde el 98 a la fecha- sino que se privilegia la actividad política y clandestina”, dice el argentino conocedor de la guerrilla latinoamericana.
Dice que se ha registrado algunas emisiones de comunicados, conferencias de prensa o alguna otra actividad subterránea pero nunca estas acciones van mucho más allá de su presencia virtual.
“Esta circunstancia, vale recordar, inició con el zapatismo como movimiento que ha llegado a utilizar la tecnología como medio de desarrollo político y social. En este aspecto, su “silencio” se destaca debido a que no agrega episodios ni cuotas de violencia mayores a las que ya ocurren, lo que le ofrece –al menos– un aspecto diferenciador de otros grupos armados”, dice Lofredo.
Indica que más que la guerrilla la principal preocupación para el Estado mexicano es el narco, pues la expansión de la actividad guerrillera no va más allá de sus alcances locales o regionales, en cambio, el narco ha desarrollado una expansión territorial demasiado importante y poderosa.
Hace una lectura política de los operativos y señala que eso significa precisamente para el Estado mexicano “recuperar territorio” y ese territorio está en manos del narco y no de la guerrilla.
“Aquí no se habla de “zonas liberadas” ni de “exclusión” -como se alcanza luego de la reversión de la asimetría de fuerzas- sino “áreas de influencia e interés”. La colombianización de la que hoy tanto se habla, no se condice con la realidad de aquel país con el de México, sino que este efecto puede referir exclusivamente al narco. Hoy la amenaza la constituye el narco, no la guerrilla”, dice Lofredo.
Dice que los guerrilleros reconocidos como tales que han sido condenados lo fueron a largas penas y mezclados en los penales con narcotraficantes y asesinos comunes: “El mensaje del Estado Mexicano es, pues, que no hay diferencia entre narco, delincuente y guerrillero.”.
Recuerda que en tiempos de Lucio Cabañas, pasaba lo mismo, para el gobierno mexicano el maestro rural y cabeza del Partido de los Pobres, era un “robavacas” o “gavillero”.
Señala que actualmente mientras la guerrilla no desestabilice, el Estado mexicano articulará políticas, que hoy están reservadas para implementar los operativos con la presencia de militares en las calles y poblados, lo que también es un mensaje muy fuerte para las comunidades en resistencia social desde hace muchos años.
Sobre una posible fusión clandestina o pactos del narco y la guerrilla en México como la que alguna vez se dio en Colombia, señala que el poderío del narco es tan fuerte que es imposible no suponer que algunos de los grupos armados hayan sido alcanzados por el narco.
Refiere que algunos grupos armados han acusado públicamente a otras otras organizaciones clandestinas de haberse ligado al narco, pero que es difícil saberlo a ciencia cierta y descontextualizarlo del proceso de acusaciones mutuas entre grupos, donde con esta denuncia se aspira a descalificar a otra organización aunque no esté comprobado.
“Pero lo que si se ve –advierte Lofredo-, es la manipulación que las bandas narco pueden hacer de una “sigla” que se presenta como guerrillera pero que en verdad es una estrategia de alguno de estos cárteles. Históricamente ha ocurrido, y la cuestión también ha sido conocida en otros lugares, cuando los Estados han recurrido a esta circunstancia para desprestigiar a los guerrilleros”.
Lofredo dice que la guerrilla en México es la misma fuerza que siempre ha sido, esta no ha variado, permanece en una circunstancia latente, sin vida aparente, que apela al factor sorpresa para aparecer y de inmediato volver al “silencio”.
“En esta ocasión no habría que esperar acciones armadas de la guerrilla y menos aún en aquellos estados donde se realizan operativos, como por ejemplo en Guerrero, cuna de los movimientos armados mexicanos”, dice Lofredo.
En su opinión en esta coyuntura la guerrilla mexicana no tiene mucho margen de acción pues sus incursiones armadas podrían ser equiparadas a las incursiones armadas del narco y se les traté de la misma forma.
“La guerrilla en México enfrenta otra batalla: la de la credibilidad –que el gobierno también está dando a partir de los operativos– y la de trascender como una fuerza diferenciada a la del mero asesinato, descuartizamiento, decapitación, etc. Esa crueldad con los cuerpos no refiere a una actitud política –que la guerrilla reivindica para sí- sino a una de tipo mafiosa. No hay un mensaje político tras las decapitaciones sino de miedo, terror y disputa de poder y territorio”, dice el argentino conocedor de la guerrilla mexicana.
En el escenario de la guerra entre el narco y el Estado mexicano, abunda que la guerrilla está obligada a diferenciarse de esta circunstancia: de ahí lo de “silencio armado”.
Ese es un silencio que no se niega a si misma su razón de ser –pues no hay que olvidar que son organizaciones “político-militares”– sino que produce una política diferente a la legal y, a la vez, de la actividad meramente criminal o delincuencial”, dice Lofredo.
Explica que el silencio hoy es un reaseguro de su existencia, de la diferenciación de sus políticas con el resto de los actores y como una imantación de confianza hacia la opinión pública tras tanto desprestigio que ha sufrido.
Sobre la embestida militar contra el narco en México dice que la guerrilla podría tener dos procesos de aprendizaje, uno de ellos desde las perspectiva política: “reafirmará sus puntos de vista, sobre todo los que refieren a la caracterización del Estado Mexicano, también del narco (como producto del neoliberalismo) y la lucha entre factores de poder que no dan alternativa al statu quo”.
Y que el otro proceso de aprendizaje es el militar, pues esta guerra le sirve” para medir la fuerza real del narco y la capacidad de respuesta del Ejército.
“Las decisiones políticas que el Estado y el narco toman a partir de este enfrentamiento también resultarán políticas a futuro y esas lecturas se están elaborando paulatinamente y están viendo la luz de a poco en distintos comunicados que las organizaciones están dando a conocer”, acota Lofredo.
Pero Lofredo dice que actualmente el debate que dan las guerrillas hoy es político y no militar y que un ejemplo de ello en la lectura de distintos comunicados de cualquier organización en el cual puede notarse que a sus integrantes, las comandancias los denominan “luchadores sociales” y no guerrilleros, como el caso de los dos desaparecidos en Oaxaca e integrantes del EPR y reconocidos por el grupo como tales.
“Esto no es extraño, dice, pues todas las guerrillas -y no únicamente las mexicanas- lo han hecho, ilustra el momento en que transitan.
Considera que existe un posicionamiento político previo muy fuerte en el sentido de que el guerrillero es, antes que nada, un luchador social.
“Lo que sucede es que la inversión de la fórmula no es cierta -no todo luchador social es guerrillero-. Pero la inversión directa de esta fórmula es la que producen las corporaciones de seguridad y algunos medios de información, que encuentra sus casos más recientes en la APPO y en Atenco. Hoy, la lucha guerrillera es particularmente social y política, no militar”, concluye.
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